En
1840 en Higher Bockhampton
(Dorchester, Reino Unido) nació una
persona compleja, con una rica vida interior y de gran curiosidad intelectual:
Thomas Hardy. Este escritor
incansable ‒estuvo activo durante sesenta de sus ochenta y siete años de
vida‒ tuvo una formación poco ortodoxa,
no fue a la universidad y se formó como arquitecto, pero sus ganas de aprender hicieron de él un hombre hecho a sí mismo en el
plano intelectual; por ejemplo, en su adolescencia leía durante dos o tres
horas antes del desayuno a los autores clásicos y el Nuevo Testamento (Page, 1990,
p. 6).
Hardy
siempre tuvo claro que quería ser poeta pero el éxito de los grandes novelistas de su época, como
Dickens, Eliot, Trollope, etc., hizo que nuestro
autor se apuntara al negocio rentable de escribir novelas. Al principio le
costó hacerse un hueco, tanto con las editoriales como con las revistas
literarias, pero en la cúspide de su carrera fue capaza de vender 19 000 copias de Tess, la de los d'Urberville a finales de 1892
(Page, 1990, pp. 14-15). Sus obras si no llegaban a ser «best-sellers», llegaban
a convertirse en «long-sellers» lo que refleja su habilidad para los asuntos
económicos.
Su
gran capacidad de atención y sensibilidad (que no le impidió tener éxito
social) hizo que cultivase desde niño,
aparte de su amor por el violín, un oído
agudo para los dialectos regionales y su capacidad de captar los diferentes
registros; talento que utilizó más tarde en elaborar novelas regionalistas
de corte naturalista que fueron grandes éxitos. Pero Hardy tuvo también grandes detractores debido a que se atrevía, a través
de los personajes complejos de sus obras, desafiar las convenciones de su
época. Como con todo hombre carismático, o se le amaba o se le odiaba: no había
término medio.
Se dice de él que fue un
novelista del siglo xix y un poeta
del xx pero también cultivó el
relato corto, el teatro y la autobiografía; aunque abandonó la novela en el
siglo xx, contrariamente a lo que
se piensa, no por las duras críticas sufridas, sino por lo laboriosas que le
suponían las novelas, el hecho de no adaptar su estilo narrativo a los nuevos
tiempos y porque con el dinero ganado ya podía dedicarse a su verdadera pasión:
la poesía. En sus últimos años, sin demasiados sobresaltos, obtuvo
reconocimientos como la Orden del Mérito en 1910. Falleció en Max Gate (Dorchester,
Reino Unido) en 1928.
Como se observa, Hardy priorizó subsistir económicamente
antes que realizar su sueño ‒ser poeta‒, que postergó para cuando tuvo su vida más que resuelta, no dejando
nunca de escribir versos. Es una manera de prepararse, mediante trabajos
alimenticios (como escribir novelas para Hardy), para la verdadera vocación, un
medio para alcanzar un fin, ya que son trabajos que permiten ganar experiencia,
desarrollar fortalezas y habilidades útiles de cara al verdadero trabajo
vocacional (Pérez-Ortega, 2007).
Lo
importante es no perder de vista nuestros objetivos profesionales reales. En ese sentido es importante
mantenerse proactivo u organizado gestionando nuestro, limitados y preciosos,
tiempo y recursos; dedicándole las horas diarias necesarias para cultivar nuestro
sueño. A quién se adelanta, no le pilla la realidad por sorpresa. Antes de hacer las cosas perfectas y a
nuestro gusto, empecemos por hacerlas bien para más adelante… alcanzar nuestra
anhelada perfección.
Referencias
bibliográficas:
Page, N. (1990). Thomas Hardy. Londres: Routledge and Kegan.
Pérez-Ortega, A. (18 de octubre de 2007). Trabajos
alimenticio [entrada de blog]. <http://www.marcapropia.net/2007/10/trabajos-alimenticios.html>
[consulta 25-03-16].
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