martes, 7 de octubre de 2014

Umberto Eco: paradojas y aforismos

El término aforismo o sentencia concisa según los diccionarios significa:

«una máxima condensada de pensamiento que expresa una norma de vida, o una breve sentencia filosófica».

Lo que diferencia un aforismo de una máxima o de una sentencia es la brevedad; y según Alex Falzon, además de la brevedad de la forma, debe aportar la agudeza del contenido. A día de hoy se valora más la ingeniosidad y la gracia que la veracidad. Cuando se habla de verdad, se habla de lo que el autor entiende por cierto. Se puede decir que esta modalidad literaria pretende profundizar puntos a cuyo respecto la opinión corriente se ve como superficial y necesitada de enmienda.

Umberto Eco.

Hay casos en los que las máximas van en contra de la opinión común lo cual resalta su originalidad. Cuando se trata de aforismos, en la misma circunstancia, lo correcto es llamarlos paradojas porque etimológicamente paradoja significa pará ten doxan: más allá de la opinión común. Las paradojas de la lógica son afirmaciones autocontradictorias cuya verdad o falsedad no se pueden demostrar.

Entonces, el aforismo será una máxima que se pretende reconocer como verdadera, aunque pretenda parecer aguda, en cambio la paradoja se presenta como una máxima que requiere una madura reflexión para coger el significado que el autor da por verdadero. El aforismo resulta ingenioso debido al hiato entre las expectativas de la opinión común y su forma provocadora. Autores como Pitigrilli nos muestran el abanico expresivo del aforismo que va desde verdades, reglas de acción o decisiones éticas:

No la tomes nunca a puntapiés con un hombre caído. Recuerda que puede levantarse.

El aforismo puede expresar brillantemente lugares comunes, reformulando lo que se sabe y cree del tema tratado:

El alcohol es un líquido que mata a los vivos y conserva a los muertos.

Algunos aforismos se pueden invertir sin que pierdan su fuerza:

La Historia no es más que una aventura de la libertad.

La libertad no es más que una aventura de la Historia.

Se llama aforismo cancroide a este tipo de aforismo: este es vehículo de una verdad muy parcial y, a menudo, después de haberlo invertido, nos revela que ninguna de las dos perspectivas que abre resulta verdadera: parecía verdadero solo porque resultaba gracioso.

Para pasar a la paradoja, es necesario que la inversión siga una lógica y esté circunscrita a una posición del universo haciendo ver las cosas habituales más allá de lo socialmente aceptado.

Para distinguirla del aforismo cancroide, es necesario invertirla, si no se puede, es paradoja, conteniendo esta una verdad que el autor nos quiere hacer aceptar:

Para ser perfecta le faltaba solo un defecto. (No se puede invertir: paradoja).

                                                            ‒Karl Kraus

Oscar Wilde fue un maestro del aforismo:

El egoísmo no es vivir como uno desea vivir sino, es pedir a los demás que vivan como uno quiere vivir. (No se puede invertir: paradoja).

Cuanto más estudiamos el arte, menos nos preocupa la naturaleza. 

Cuanto más estudiamos la naturaleza, menos nos preocupa el arte. (Aforismo cancroide).

Para Wilde este juego de ingenio puede faltarle a la verdad. Y, por otra parte, las ideas wildianas sobre el arte autorizarían su comportamiento, visto que ningún aforismo debería proponerse ni la utilidad, ni la verdad, ni la moralidad, sino solo la belleza, la elegancia del estilo.

Wilde emplea sus aforismos siempre dentro de un contexto tanto narrativo como teatral, nunca aisladamente: era un autor siempre satírico y crítico de las costumbres de su sociedad. En su libro El retrato de Dorian Gray, sus mejores aforismos los pone en boca del personaje Lord Wotton. Wilde no nos los ofrece como máximas de vida que él mismo avale.

Para recuperar la juventud solo hay que repetir las locuras de entonces.

En esta novela se dicen pocas cosas verdaderamente terribles, se hacen muchas. Pero en el fondo Dorian las hace porque sus amigos lo han echado a perder con sus falsas paradojas. Aunque Wilde niega toda lección moral ya que:

Ningún artista tiene tendencias éticas. Una tendencia ética en un artista es un imperdonable manierismo de estilo.

Lo que Wilde exhibe es un furor sententialis (que es un agradable exceso retórico), no una pasión filosófica (todo el post está basado en Eco, 2002).

En conclusión se puede resumir que no se necesita más que una frase para demostrar tener un buen golpe de ingenio, ya sea en forma de paradoja o de aforismo cancroide, y no grandes párrafos; al igual que en ciencias prevalece la teoría más sencilla ante otra más compleja si en el fondo explican lo mismo (la Navaja de Ockham), en letras también ocurre lo mismo. ¡Lo bueno si breve, dos veces bueno!


Referencias bibliográficas


eco, Umberto (2002). «Wilde, paradoja y aforismo», en Sobre literatura. Barcelona: R que R Editorial. El artículo fue primeramente presentado como ponencia en un congreso sobre Oscar Wilde celebrado en la Universidad de Bolonia, el 9 de noviembre de 2000, con motivo del centenario de la muerte del poeta.

(Imagen).







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