¿Cuánto
aguantarías a un jefe que solo da órdenes y no te escucha, que no te motiva ni te
inspira y que no predica con el ejemplo? Lo más seguro es que con el tiempo ese
jefe acabe solo, sin empleados que lo toleren, si este no se aplica unas habilidades
determinadas.
Goleman,
Boyatzis y McKee llaman liderazgo primal
a la habilidad de guiar a la gente hacia una visión mediante la gestión de las
emociones (Goleman et al., 2002: 33).
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Las emociones en el cerebro: el sistema límbico. |
Las cuatro
dimensiones de la inteligencia emocional son: conciencia de uno mismo, autogestión, conciencia social y gestión de
las relaciones. Estas no son cualidades innatas, sino habilidades aprendidas;
por consiguiente, el arte del liderazgo se puede aprender. Estas cualidades
aportan resonancia y, por lo tanto, eficacia en los líderes (ibid.: 70).
El intelecto
y la claridad de pensamiento son fundamentales para ejercer el liderazgo,
aunque por sí sola la capacidad intelectual no hace al líder: su principal
misión será la de alentar la resonancia; es decir, motivar, guiar, inspirar,
escuchar, persuadir, etc. El
líder es la persona que más influye en las emociones de los demás, encauzándolas
positivamente, ello implica que debe poseer una elevada inteligencia emocional
y empatía.
La
importancia de la inteligencia emocional radica en que el estado emocional y
las acciones de los líderes influyen directamente en el modo en que se sienten
los empleados y, en consecuencia, determinan su rendimiento ya que, dada la
necesidad de formación continua de los equipos para la mejora de las empresas,
el líder primal (líder resonante) debe saber crear entornos favorables para el
aprendizaje y desarrollo de las personas. Los líderes sin
inteligencia emocional, generan un estrés nocivo que a menudo acaba en burnout. El éxito está relacionado con
estados de ánimo positivos.
Para no
verse desbordado por las emociones, el líder resonante debe recurrir a la
autogestión, ser capaz de modificar su mente, trascendiendo las turbaciones,
para lograr sosegar las emociones más inquietantes y mantener un tono emocional
positivo y entusiasta. Esta adaptación al cambio contribuye a la adaptación de
toda la organización. Los estilos
resonantes potencian: el compromiso, el esprit
de corps, y el trabajo en equipo.
En definitiva, liderar, guiar, dirigir, etc.,
como cualquier actividad que se quiera perfeccionar, puede y debe recibir su
retroalimentación; y esta solo se obtiene si se escucha empáticamente al otro.
Se trata de un ejercicio de alteridad que no siempre es fácil de realizar. Termino citando a Cicerón: «Hay que atender no sólo a lo que cada
uno dice, sino a lo que siente y al motivo porque lo siente».
Referencias bibliográficas:
Goleman, D.; R.
Boyatzis y A. McKee
(2002). El líder
resonante crea más. Trad. David González Raga y Fernando Mora. Barcelona: Random
House Mondadori.
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