Hay cosas que perduran en el tiempo. La retórica es una de ellas: en la oratoria moderna, a pesar de los avances en comunicación y la simbiosis con los apoyos audiovisuales (PowerPoint, tablets, etc.), se sigue recurriendo a procedimientos que se remontan de la antigua Grecia o época de la retórica clásica. Hoy voy a analizar un discurso pronunciado por Juan Marsé en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes en el 2009.
Los procedimientos retóricos se dividen en cinco grandes fases (tegnés) que se ordenan cronológicamente a medida que se elabora el texto para la disertación:
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Fases retóricas del discurso. |
Este texto pertenece al género epidíctico (relativo al presente y las celebraciones), debido a que está centrado
en lo bello (literatura) oponiéndose
a lo
feo, aunque sin negarlo:
Actualmente los medios de comunicación son tan abrumadores y omnipresentes, se siente uno tan asediado las 24 horas del día por una información tan apremiante, insidiosa y reiterativa, que casi no hay tiempo para la reflexión […] (Marsé, 2009).
Marsé no se corta en denunciar,
lo feo, entendido como injusto, de su trayectoria vital con sus
buenas y malas experiencias, como la vida del resto de los mortales. Este discurso se sitúa más bien en el polo de un elegante encomio a las letras, respetando tanto
al oyente como a las humanidades.
Tras aplicar las fases retóricas al discurso de Juan Marsé se obtienen las siguientes observaciones:
1. Inventio (heuresis). ¿Qué voy a decir a los
oyentes sobre este tema? Esta es la pregunta que ha de plantearse todo orador
cuando prepara su discurso. Es la operación previa a la organización discursiva.
El orador echa mano de un conjunto de loci
o topoi o temas comunes de la
humanidad para que cada hablante muestre su esencia (Hernández Guerrero y
García Tejera, 2004: 93).
Marsé hace interesante su
intervención porque este usa información novedosa: su experiencia vital (no hay
nada más único y original que la vida de uno) que aporta su visión personal
ante la realidad de las letras, elemento que da fuerza y calidez al discurso; todo ello contándonos como
enriquecía su inventiva literaria desde niño.
2. Dispositio (taxis). Es la consideración de las partes del discurso en sus relaciones
mutuas, fáciles de retener y de relacionar entre sí (Hernández Guerrero y
García Tejera, 2004: 115).
Nuestro narrador, tras los protocolarios saludos y agradecimientos, ha
estructurado el nudo de lo narrado mediante la metáfora del laberinto del Minotauro hasta llegar al desenlace/ respuesta
de la pregunta ¿Qué entendemos hoy por novela?, gracias al hilo conductor del relato. Sólo un escritor experimentado podría igualar esta imaginativa
disposición.
Estos dos primeros puntos
corresponden a la macroestructura, debido a lo mucho que abarca el ergón (obra o producto) y las infinitas posibilidades
combinatorias de la dispositio.
3. Elocutio (lexis). Según Cicerón en ella aparece el orador perfecto, y según Bufón el
hombre es el estilo. Se trata de la escritura del discurso y esta debe
poseer las cualidades de: claridad, precisión, corrección, concisión, elegancia
y evitar los vicios de oscuridad, ambigüedad, incorrección, prolijidad y mal
gusto (Hernández Guerrero y García Tejera, 2004: 147).
El escritor catalán nos
deja un texto redactado con muy buen gusto y agradable, a la altura de la
solemnidad del acto, todo ello de forma amena y
entretenida; estas palabras entresacadas del discurso ilustran su decoro y humildad:
Los que me conocen saben que me da bastante apuro hablar en público [...] Veamos si consigo explicarme […] (Marsé, 2009).
Estas
otras desvelan su comprometido punto de vista, creando una sensación de colectividad con los oyentes
(uso del nosotros):
La dualidad cultural y lingüística de Cataluña, que tanto preocupa, y que en mi opinión nos enriquece a todos […] (Marsé, 2009).
Marsé
logra así alcanzar un buen clima de empatía y un ambiente de hermandad: los
oyentes se sienten pertenecientes a una comunidad ya que se comparten ideas y
sentimientos comunes entrando, por consiguiente, en comunión.
Cuando
hablamos de ornatus (elementos embellecedores) en este caso no faltan figuras retóricas como las metáforas que conducen hacia una alegoría
que desemboca en la belleza de la
literatura:
Alegoría:
Sería algo parecido al recorrido del Minotauro en su laberinto. Nadie sabe si el monstruo podrá salir, si recuerda el trazado de su propia obra, los oscuros motivos que le indujeron a su construcción, y los meandros y detalles de su intríngulis. Nadie sabe si, en realidad, es prisionero de su obra. Sabemos, eso sí, que Teseo ha sido lo bastante ingenioso para tender un hilo que le permite rehacer el camino y salir. Pues bien, ese hilo, ese ingenioso ardid, no sería otra cosa que el relato literario, la forma inteligible que desvela la personal arquitectura monstruosa, al fondo de la cual se esconde el terrible constructor, con sus sueños y obsesiones, su verdad y sus quimeras. El escritor, en fin. (Marsé, 2009).
Símil:
[…] recuerdo muy bien la fogata en medio del pequeño y sombrío jardín, los libros abriéndose al calor como flores rojas, las páginas desprendidas arrugándose y bailando sobre la cresta de las llamas, revoloteando un instante como grandes mariposas negras. (Marsé, 2009).
El
significado del color rojo de las flores es señal de pasión y amor (el que probablemente sentía Marsé al leer); el
significado del negro en las mariposas está relacionado con el mal augurio (la
literatura se muere al no haber libertad).
Esto confirma que mediante una imagen el orador pinta con sus
ideas y sus emociones con mayor vigor;
plasma su mundo interior con luces,
con colores, con líneas, con volúmenes: descubre sus sensaciones y
sentimientos, sus ilusiones, sus esperanzas y sus temores. Las imágenes reflejan
las inquietudes, las certezas, las dudas y las confianzas.
Repetición:
Ciertamente un escritor no es nada sin imaginación, pero tampoco sin memoria, sea ésta personal o colectiva, esté proyectada en la novela histórica de fecha más remota, o en la literatura de ficción científica más futurista y fantástica. No hay literatura sin memoria. Incluso la memoria trapacera puede hacer buena literatura. La tan reiterada advocación «hay que olvidar el pasado», lógicamente no se aviene con la naturaleza y la función de la escritura. (Marsé, 2009).
Juan
Marsé pretende aquí grabar más profundamente la palabra memoria o con intención de hacer notar su significación.
El
humor también ayuda a hacer más
divertida las alocuciones:
Tomé prestada una ocurrencia de Groucho Marx y le dije: Querida Carmen, me has dado tantas alegrías, que tengo ordenado, para cuando me muera, que me incineren y te entreguen el diez por ciento de mis cenizas. (Marsé, 2009).
4. Memoria (mneme). Según Cicerón: «La memoria es la firme percepción de los
objetos y de las palabras, destinada a la búsqueda de los contenidos del
discurso». Aunque esta es una de las operaciones retóricas que han sido peor
interpretadas, es una de las tareas preparatorias más importantes a la hora de
persuadir. La perceptio firma no es una mera retención mecánica de unas ideas
y de unas palabras, sino la adhesión a una teoría, la aceptación de una
doctrina, la interpretación de un personaje (Hernández Guerrero y García
Tejera, 2004: 227).
Aquí
Marsé no ha querido arriesgarse al optar por el discurso leído; aunque menos efectivo (menor contacto visual, menor espontaneidad, etc.), es
lo recomendable para aquellos que no están acostumbrados a hablar en público. Nuestro escritor se puso además nervioso al principio.
5. Actio
(hipócrisis). Significa la acción y esta está enfocada en los gestos, el aspecto y la entonación.
A pesar de haber visto solo un poco en vídeo la actuación de Marsé, se puede decir
que cumplió: el chaqué estaba acorde con el acontecimiento, sus palabras fueron
serias, profundas y fiables, y además el rey de España resumió la elocución de
Marsé con un vocablo: autenticidad.
Estos
últimos tres puntos nos desvelan la microestructura (lo acotado,
limitado: el texto), siendo la memoria y la actio los aspectos
pragmáticos del discurso, sólo deducibles al verlo.
Tras este análisis, una de las primeras conclusiones es que Juan Marsé, al ser
escritor y estar familiarizado con escribir para el público, no ha decepcionado
como orador.
Esta alocución es totalmente correcta, y su punto fuerte
está en el decoro del orador, en todo momento a la altura de tan exigente
público.
Es necesario afectar modestia para
capturar la simpatía del público (en el exordio),
Marsé lo sabe y ha evitado así caer en el error del eruditismo (pedantería), al reconocer
que no es un intelectual, sino que nos dice intelectualmente
que él es ante todo un narrador:
No me considero un intelectual, solamente un narrador. Los planteamientos peliagudos, la teoría asomando su hocico impertinente en medio de la fabulación, el relato mirándose el ombligo, la llamada metaliteratura, en fin, son vías abiertas a un tipo de especulación que me deja frío y me inhibe; bastante trabajo me da mantener en pie a los personajes, hacerlos creíbles, cercanos y veraces. (Marsé, 2009).
Pienso que en ese sentido
coincide plenamente con lo que afirmó Julio Cortázar en una entrevista para
televisión en 1977 (A fondo), en la que decía que no se consideraba un hombre de ideas,
creador de silogismos que asociaba conceptualmente, sino que se sentía más cómodo
en el plano irracional, más próximo al lector. Se trata de diferenciar al
hombre de letras del filósofo (en esa entrevista Cortázar
también mencionaba el mito del Minotauro).
Si bien Marsé
cae en un discurso un tanto biografista, este refleja en él las
aspiraciones o las estimaciones de los oyentes.
¿Es persuasivo este discurso?, digamos que este me ha
convencido y me han entrado ganas de releer el Quijote.
Referencias bibliográficas:
Hernández
Guerrero, J. A. y M. C. García
Tejera (2004). El arte de hablar.
Manual de retórica práctica y de oratoria moderna. Barcelona: Ariel.
Marsé, J. (2009). «Ceremonia de entrega del
Premio Cervantes, 23 de abril de 2009» [PDF en línea]. El País. <http://www.elpais.com/elpaismedia/ultimahora/media/200904/23/cultura/20090423elpepucul_1_Pes_PDF.pdf>
[consulta 14-01-14].
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