martes, 12 de septiembre de 2017

El tiempo limitado de lo relevante

El otro día sobre la hora de comer —era un día soleado pero sin terral (sí, estamos hablando de Málaga)—, mientras regresaba camino a mi casa andando despreocupadamente desde la parada de metro, no había casi nadie transitando, estaba caminando frente la parada de autobús en la que habitualmente cojo las líneas para ir tanto al centro como a la universidad; entonces fue cuando vi que se indicaba el tiempo que quedaba para el próximo 3 de la EMT —quedaban cuatro minutos, exactamente—, solo en ese me momento me vino el flash de lo que voy a contarte a continuación. 


El flash

No sé si llamarlo insight, momento eureka o iluminación repentina, pero mi cabeza empezó a enlazar una idea tras otra y me juré apuntarlo nada más llegar a casa para poder contártelo ahora. Estamos hablando de lo relevante. No era una idea que anhelaba ni buscaba con afán, sino que se trata de mera pero afortunada serendipia.

Pero ¿qué se entiende y qué entiendo yo por relevante? La RAE lo define con dos acepciones:
1. adj. Sobresaliente, destacado.
2. adj. Importante, significativo.

Pues yo lo entendí en ese momento tomando la segunda acepción, como bien he subrayado en negrita. Algo importante, significativo, algo que en un momento dado tiene peso o influencia a la hora de tomar o no decisiones. Siguiendo con el ejemplo anterior, saber que debía esperar unos cuatro minutos para coger el 3 cuando ya regresaba a casa carecía totalmente de relevancia para mí; sin embargo, no dentro de unos días cuando vaya al centro de compras o a tomar algo. Estamos ante una relevancia intermitente. Me di cuenta en ese momento que hay preocupaciones, metas, sueños del pasado que a día de hoy no tienen ninguna influencia en mi vida o por las que no movería ni un dedo a día de hoy.



¿Será que he sustituido unas metas por otras más relevantes en la actualidad? ¿O que «he madurado» y ya no necesito ese tipo de preocupaciones, fuentes de estrés y ansiedades innecesarias? Por tanto, ¿debemos todos pasar por esas preocupaciones y anhelos a lo largo de la vida? ¿Lo que para mí hoy es relevante también caducará mañana? ¿Vivimos en una eterna ilusión de futuras satisfacciones? Y mil preguntas más, que no te escribo porque no sé cómo aflorarlas a la conciencia.

La tiranía de los problemas del presente

Estamos viviendo una vida, sí; tenemos metas, compromisos, responsabilidades y, sobre todo, hábitos, sí. No obstante, ¿pasamos realmente todas esas cosas inamovibles bajo el tamiz de su relevancia para nuestra vida a largo plazo? En un vídeo de Luzu (YouTuber con más de 2,5 M de suscriptores), este mencionó una herramienta que me llamó poderosamente la atención (quizá mi flash fuese un flashback, jeje). Esta consiste en imaginarnos cuando tenemos un problema que nos está afectando de manera desproporcionada u obsesiva —el problema lo es todo—, simplemente tratar de relativizarlo imaginándonos como si tuviéramos 70 años o más. Verbigracia, te han robado tu flamantísimo iPhone X que te ha costado una fortuna y meses de ahorro, con lo cual ahora lo ves todo negro porque no le hiciste un seguro de robo o rotura; supongamos que tienes 21 años, ¿cuando tengas 78 seguirás estando triste por esa misma razón? A que no.



Lo que hoy es importante, deja de serlo mañana por diversas razones; entre ellas, porque nos habituamos a lo conseguido, o ha sido más el deseo que la propia meta lo que nos hacía ilusionarnos tanto. Ya lo decía Eduardo Punset: «La felicidad está en la sala de espera de la felicidad». Pero hay excepciones a la regla: el gran amor de nuestra vida (pocos son los que lo conocen) es sencillamente una cuestión hormonal, ya que, si nuestra pareja nos atraía al principio por pura adrenalina, con el paso del tiempo nos encariñamos con ella gracias a la oxitocina, pese al inexorable envejecimiento; por tanto, esa persona sigue siendo relevante para nosotros. Ahora bien, no olvidemos que la tasa de divorcios en Occidente ronda el 50 %: uno de cada dos matrimonios no ha experimentado dicha oxitocina.


Por consiguiente, ¿dónde nos lleva todo esto? Está claro que en la vida hay que saber priorizar y saber qué es lo realmente importante, aunque sea durante ese periodo, para tomar decisiones respecto a la gestión de tiempo, y, por ende, de nuestras energías. No olvidemos que hay gente que acaba en depresión por el peso y el catastrofismo que le da a sus problemas o vivencias; lo importante es reaccionar ante estos con proporcionalidad y actuando para cambiar las cosas. No dejemos que el pasado nos esclavice ni el futuro nos angustie. Todo tiene la importancia que le quieras dar; ni más ni menos. Por cierto, quizá vaya mañana al centro en bus.

Como diría Charles Aznavour:


La bohème, la bohème

On était jeunes

On était fous

La bohème, la bohème

Ça ne veut plus rien dire du tout

[La bohemia, la bohemia
Éramos jóvenes
Estábamos locos
La bohemia, la bohemia
Aquello ya no significa nada en absoluto]





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comparte en Twitter