Todos conceptualizamos, desde que tenemos uso de razón hasta nuestros últimos días de lucidez.
Pero en cada etapa manejamos esquemas
distintos y nuestro contacto con las cosas y las personas hacen que cada uno
tenga experiencias distintas que irán enriqueciéndonos a lo largo de nuestras vidas.
Me centraré en la etapa de la infancia,
donde para dar sentido a la realidad, el niño crea sus propias estructuras conceptuales
(incompletas, imprecisas).
Según Rosch, en su teoría de los prototipos, categorizamos según los conceptos
centrales y más típicos de su categoría. Por ejemplo, una manzana es más
prototípica que un coco para representar la categoría de frutas; otras, como el
tomate, además, se podrían tanto clasificar como fruta o verdura.
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El juego Caza Intrusos, un buen ejemplo de cómo ejercitar la categorización. |
Al igual que los adultos, los niños también tienden a
categorizar por prototipos. Así lo demostraron
Meints, Plunkett y Harris (1999) cuando hallaron que unos niños de 12 meses
identificaban correctamente los ítems típicos de unas categorías
mencionadas, pero no los atípicos.
Los niños aprenden, por tanto, si se les enseña con ítems
típicos. Esto se explica porque los ítems
típicos de una categoría son semejantes a los ejemplares familiares del niño
(en Occidente, están más familiarizado con los perros, los gatos, los grifos que
con los leones o los canguros y los pozos de agua).
Pero las categorías que son semejantes en los adultos difieren
en los niños considerablemente. La
mayoría de las categorías no incluyen a todos los miembros correctos e incluyen
algunos incorrectos. Por ejemplo, muchos niños no incluirían a los gusanos
dentro de la categoría animal.
También influyen factores como el grado de conocimiento sobre los ítems de una
determinada categoría, las experiencias, el significado cultural, etc.
Al
carecer de dicho conocimiento, el niño
categoriza, por ejemplo, por similitud visual, cosa que no funciona en todos
los casos; verbigracia, al clasificar al delfín como un tipo más de pez.
La
manera de clasificar conceptualmente de los niños se denomina categorías
básicas de los niños, y estas son distintas de las de los adultos por
lo dicho anteriormente y por fenómenos
del aprendizaje del idioma como la generalización. Por ejemplo, usar la
palabra pato para designar a los patos, cisnes, gansos, ocas, etc. Digamos que
el niño entiende el concepto tal y como le va a servir en su día a día, como
una escultura sin apenas desbastar porque no tiene la cultura necesaria para
apreciar matices que de momento permanecen invisibles que le haría seguir afinando dicha escultura.
¿Por qué prefieren los niños los conceptos básicos? Por lo siguiente (Murphy, 2004):
1. Prefieren los que se parecen a los conceptos básicos
de los adultos.
2. Tienen mayores similitudes en la forma y apariencia.
3. Se ha demostrado empíricamente por investigaciones en
psicología.
Resumiendo,
los niños no adquieren los conceptos
como en una relación todo o nada, se trata de un proceso continuo. Muchas
de las categorías las elaboran según vayan conociendo los elementos que las
incluyen. Pero al carecer de la teoría y la cultura propias del adulto, estas categorías
son inexactas e incompletas. Por otra parte, los niños aprenden de forma
similar a los adultos si se les enseña mediante ejemplos prototípicos de las
categorías básicas; por tanto, existe un cierto grado de continuidad en el
aprendizaje (Murphy, 2004). El niño
maneja su mundo conceptual, el adulto
el mundo conceptual.
Referencias bibliográficas
Meints, K., Plunkett, K. y Harris, P. L. (1999). When
does an ostrich become a bird? The role of typicality in early word
comprehension. Developmental Psychology, 35, 1072-1078.
Murphy, G. L. (2004). The
big book of concepts. Cambridge: MIT Press.
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