Por paradójico que parezca, ser superdotado o tener altas capacidades
intelectuales no supone vivir con todos los problemas resueltos y ser feliz;
más bien, para una gran parte de los sujetos, significa, debido a la falta de
información que tiene la sociedad en general y las personas que los rodean, que estas personas sufran para integrarse en
un mundo donde no se tienen en cuenta las diferencias de los demás y se cree
que la razón prima sobre los sentimientos o lo práctico sobre lo justo. En
este libro de Marta Eugenia Rodríguez de la Torre se plasma esta realidad
de forma biográfica a través de un personaje ficticio, Miguel, cuya vida se
narra en primera persona siguiendo los fotogramas determinantes de la película
de su vida.
Tengo que decir que tras
leer de la autora –una empresaria con superdotación profunda experta en inteligencia– algunos de sus libros: El
libro de las decisiones inteligentes (La esfera de los libros, 2007) y Todo sobre el cerebro y la mente (Planeta,
2011), a mi juicio, el libro que nos
ocupa es su mejor libro porque el primero mencionado está más enfocado en
la autoayuda común; el segundo es muy completo, pero resulta algo árido de
leer por contener tanta información; en cambio, en este último encuentro un
equilibrio ideal que hace que la lectura sea más amena, pero sin dejar de ser
útil y didáctica.
Este
ensayo seminarrativo se divide en varios capítulos, once, que abarcan la vida de
Miguel, un superdotado con sinestesia diagnosticado algo tarde
que tenía en su infancia un amigo imaginario al que llama Ideas: el único que
lo acepta y lo comprende ante un mundo que le resulta un tanto extraño y en el
que no logra encontrar el lugar que le corresponde.
Cada
capítulo comienza con una narración de unas pocas páginas en las que el
protagonista en primera persona, desde dentro, nos cuenta desde la perspectiva de una persona con
superdotación (o sobredotación, como
se repite en el libro) cómo ve su realidad en consonancia con la etapa evolutiva
en la que vive. La parte narrativa es siempre un monólogo del estado de la cuestión en que se ve Miguel.
Lo
interesante es el análisis que hay tras cada narración, primero visto desde fuera por cada uno de los
personajes que intervienen en la vida de Miguel: su
madre Alicia, su padre Manolo, su hermana Elena, su psicólogo Servando
Espinosa, su portero Marcelo, etc., aportan todos su punto de vista acerca de
Miguel, cómo lo ven. Algunos tienen buenas opiniones de él, otros lo ven como
un bicho raro. Esto permite abarcar una comprensión de su vida muy rica y
variopinta.
Después
viene la parte de enlaces: dónde la autora describe cómo es una persona
superdotada según la edad que tenga y cómo se la debe abordar para comprenderla.
Esta
parte también es muy pertinente porque se disfruta de todo el conocimiento que
tiene la autora sobre este tema, además de haber tenido esas experiencias en
primera persona. Aparece cierta terminología a lo largo del libro que está
perfectamente definida al final en un glosario, lo que hace que esta lectura
sea bien recibida por todo tipo de lector.
Si me paro a pensar, la vida de Miguel me sorprende en el
sentido que no haya tenido al menos algo de integración y una felicidad,
que no digo que sea la de un cuento de hadas, pero al fin al cabo cotidiana:
con sus problemas, pero también con algo de alegría y satisfacción. Me
sorprende porque he conocido a algunas personas con altas capacidades bastante
satisfechas con sus vidas. Pero no es de extrañar que cuando se detecta
tarde y no se les atiende como a personas con necesidades especiales, entonces, la situación cambia diametralmente y estas personas pasan desapercibidas para
la sociedad e incluso se les llegua a marginar. No hay que olvidar que muchas
veces tienden a tener una gran hipersensibilidad que les hace propensos a tener
ansiedad.
El
único defecto que le he encontrado al libro es que, en general, todos los
personajes se parecen, no en el qué,
sino el cómo: sus
narraciones están escritas con un lenguaje poco oral y sin mucha diferencia de registro lingüístico entre ellos, todos
tienen un registro bastante culto; por ejemplo, cuando Miguel tiene setenta y
cuatro años y Basilio, su compañero de residencia, opina de él en la sección desde fuera, este se queja de que Miguel
emplea mucho vocabulario y que tiene que seguirle la corriente; pero Basilio usa
palabras como catatónico –propia del
lenguaje médico o de evaluación y diagnóstico psicológico–. Esto hace que se
pierda en parte el efecto polifónico que tienen las novelas.
En pocas palabras, felicito a la autora por este ensayo tan
necesario hoy en día, granito de arena que puede ayudar a que la sociedad tenga
un cambio conceptual en toda regla respecto a la detección y atención de las
altas capacidades intelectuales. Una sociedad donde los Migueles se
realicen y sean felices. Porque si queremos que desde fuera cambien las cosas,
hay que comenzar desde dentro: en nuestras conciencias.
Referencias
bibliográficas:
Rodríguez,
M. E. (2016). ¿Hay alguien ahí? Luces y sombras de la sobredotación. Madrid:
Meridiano.
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