¿Está perdiendo Occidente su
hegemonía global? ¿Podrá China superar económicamente a Estados Unidos? ¿Por
qué los egresados orientales de las universidades de Estados Unidos regresan
cada vez más a su país de origen? Si Europa representa el pasado, Estados
Unidos, el presente, ¿Asia representa el futuro? A todas estas preguntas y
muchas más –sobre poder, globalización, sociología política, economía
internacional, diplomacia y, cómo no, sobre Asia– responde Kishore Mahbubani.
El autor singapurense, que fue
presidente del Consejo de Seguridad y embajador de la Organización de Naciones Unidas (ONU), me
ha hecho disfrutar de uno de los mejores libros que he leído en los últimos
meses; curiosamente, hallé esta obra cuando estaba deambulando por las estanterías
de Derecho Económico en la biblioteca de mi universidad; dichoso azar. Se trata
de un ensayo erudito (con múltiples documentos y declaraciones de líderes
mundiales seleccionados) pero fácil de comprender, en el que se aporta un punto
de vista al que, desde la perspectiva occidental, uno no está del todo
acostumbrado. Por ejemplo, se muestra crítico con instituciones como el Fondo
Monetario Internacional (FMI) o la ONU, que
benefician a Occidente; con las decisiones legales pero ilegítimas
protagonizadas por los estados occidentales, etc.
Por otra parte, es palpable
que países como China, la India o Japón están progresando a pasos agigantados
tanto en geopolítica, como en geoeconomía y culturalmente. Por aportar algún dato,
la economía China creció en 2011 a 9,2 % y la de la India 6,86 %; en 2011
había 5 millones smartphones en la
India, en 2012, ¡50 millones! También es destacable el papel diplomático de la
Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés)
para fomentar la paz y el crecimiento económico. Todo esto hace pensar que
dentro de unos años, si Estados Unidos y Occidente abren su mente y lo permiten,
los países asiáticos tendrán un papel determinante en el liderazgo mundial (representan
aproximadamente el 88 % de la población del planeta).
El libro se compone de
capítulos como Desoccidentalización: el
regreso de la historia (cap. 4),
¿Incompetencia de Occidente, competencia de Asia? (cap. 5) o Prerrequisitos para el liderazgo mundial:
principios, asociaciones y pragmatismo (cap. 6). Un total de 6 capítulos
que nos van introduciendo poco a poco todos los ingredientes para comprender la
tesis del libro: Asia es el futuro.
Claro
está, uno puede estar o no de acuerdo con esto; es más, los datos actuales de
China, Japón y los países emergentes no son tan halagüeños como prometían en
2011: China está en una desaceleración y creciendo por debajo del 7 % (con
la consecuente devaluación de su moneda); la política de Abenomics (de estímulo económico) del primer ministro Shinzō Abe no está resultando nada efectiva y ahora la
deuda del país nipón asciende a más del 200 % de su PIB. No obstante, bien
es cierto que Occidente se está abriendo, tímidamente, a Oriente con gestos
como el levantamiento de las sanciones a Irán por parte de Estados Unidos, que
puede ser muy positivo para la estabilidad de Irak.
En cuanto a la traducción,
de Josefina Anaya, cabe decir que es correcta pero mejorable: existen tanto
calcos semánticos (p. ej., algunas locuciones adverbiales), como
ortotipográficos (como poner puntos en lugar de comas en los decimales de
cifras y porcentajes); aunque el lector español (como yo) debe tener en cuenta
que está traducido al español de México. Con todo y con eso, reconozco que ha
sido un libro de fácil lectura a pesar de su rigor y erudición.
En suma, recomiendo la
lectura de este ensayo que abrirá los ojos y hará comprender a más de un lector
que Occidente no debe seguir viéndose como el ombligo del mundo, y que se deben
potenciar virtudes como el pragmatismo y la escucha activa; fomentar las
negociaciones ganar-ganar, en
definitiva. Pienso leer más libros de este autor y estoy seguro que no me
decepcionará.
Termino con un párrafo que ilustra el espíritu de esta obra:
El resultado final de los poderosos procesos de desoccidentalización debería entonces ser un mundo desplazándose hacia un destino positivo en el que muchas antiguas y ricas civilizaciones renazcan, sumándose a la riqueza cultural del mundo y desencadenando nuevos instintos de tolerancia y entendimiento culturales. Descascarar las capas de influencia occidental alrededor del globo podría muy bien llevarnos a un universo más feliz donde tendremos, por primera vez en la historia de la humanidad, varias civilizaciones distintas floreciendo al mismo tiempo, con simultáneas explosiones de conocimiento y sabiduría. Todo esto elevaría la condición humana a un nivel mucho más alto nunca antes experimentado. (Mahbubani, 2013, p. 193).
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