En muchas ocasiones se produce un conflicto
entre la intuición y la razón, ¿verdad que muchas veces prescindimos de
alguna para tomar decisiones? Hace unos días hice una encuesta sobre esto en
Facebook y la mayoría respondió que empleaba la intuición para tomar decisiones.
Según esa encuesta, somos más Patrick Jane (El mentalista) que Dr. Spock (Star Trek); curioso, ¿verdad?
Pues si es tan importante en nuestro día a día (elegir ropa, tomar el metro o
el bus…) cierta relación tendrá con la
inteligencia. Y en algunas circunstancias puede ser incluso tan válida como
la razón. En este post te voy a dar 5
pasos para que puedas entrenar la intuición, porque no hace falta ser ni psicólogo ni filósofo ni vidente para ello, y así aprender a escucharte y
acertar más en tus decisiones. Me basaré en el libro de Hogarth (2002).
Cuando se habla de intuición, varias palabras
nos vienen a la mente: barruntar, presagiar, oler, sentir, corazonada… palabras que nos llevan al plano
emocional, instintivo… pero no se trata de una emoción ni de un instinto. La intuición es algo más, está relacionada con
la inteligencia… la inteligencia tácita,
aquella de la que no somos plenamente conscientes.
En psicología se
distinguen dos sistemas cognitivos: la
ruta periférica y la ruta central. La ruta periférica es aquella
relacionada con un procesamiento mínimo (vestirse, conducir hacia el trabajo…)
en ella aplicamos la ley del mínimo esfuerzo para pensar. La otra, la ruta
central, tiene que ver con el pensamiento racional y consciente (como cuando
estamos intentando buscar una ley del Código Civil que pueda favorecer a un
cliente, planificar una estrategia de ventas, preparar una clase…). La
intuición, precisamente, emplea la ruta periférica, porque evolutivamente hemos aprendido a tomar decisiones rápidas
y eficaces para sobrevivir (como un huir de un tigre de dientes de sable o
reconocer los alimentos comestibles).
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Cascada (Escher, 1961). |
¿Significa eso que siempre acertamos al intuir? ¿Te suena aquello de… presiento que este número va a tocar, y luego no toca? ¿A que en
los anuncios un actor con bata blanca tiene credibilidad como médico? ¿Y si te
digo que en muchas ocasiones las personas inteligentes y con nivel educativo
alto son más fáciles de convencer? Porque a veces los que saben menos no captan
toda la información persuasiva. ¿Sabías que caen a la misma velocidad desde un
tercero una pelota de tenis que un piano? La ciencia requiere del pensamiento
lógico para que el conocimiento avance, la complejidad de la realidad hace que
muchas veces saber cómo esta funciona resulta contraintuitivo. No olvidemos
que el cerebro a nivel biológico está
pensado para sobrevivir y no para alcanzar la verdad. Pero la razón no siempre es útil para decidir.
Cuando tenía 9 años jugaba de defensa en un equipo de fútbol y un domingo
teníamos un partido importante de la liga infantil y el portero se lesionó el
día antes. El entrenador tomó la decisión
racional de elegirme por mi corpulencia y fuerza… Perdimos 21 a 0 (!).
Pero es cierto que sin las corazonadas del científico, el pensamiento
lógico no avanzaría. Por ejemplo, Einstein se imaginaba cabalgando un rayo de
luz para elaborar su Teoría de la relatividad; el dermatólogo con tocar un poco
el brazo le basta para detectar un bulto cancerígeno; un tenista sabe cómo
tiene que darle a la pelota en cuestión de milésimas para hacer un revés. Se
trata de la intuición del experto. Y
esta sí se puede entrenar. A diferencia del cociente intelectual, la pericia aumenta de forma tácita, gradual
(va poco a poco) y es acumulativa.
Decidimos de manera más intuitiva (83 %) que racional (17 %). Encuesta propia. |
Para desarrollarla te voy a plantear 5 pasos sencillos:
1. Escoge un entorno favorable y con
retroalimentación. Por ejemplo,
en Toastmasters se puede practicar oratoria con la garantía de recibir un feedback constructivo. En cambio, si
tomamos el ejemplo del tenista, por una vez que se ató antes la zapatilla
izquierda antes que la derecha ganó el partido y desde entonces sigue el ritual
de abrocharse antes esa zapatilla. Es así como se forman las supersticiones: a posteriori.
2. Practica. Cuanta más experiencia, más
intuición. Aquí se cumple lo que
siempre afirma el coach Mario Luna:
«La acción supera la perfección».
3. Reconoce tus emociones. La emoción es información valiosa.
4. Observa y establece conexiones. Hacerse preguntas es importante: ¿Qué hay de
irregular? ¿Qué falta? ¿Cómo se ve desde otra edad? ¿Cómo se ve desde otro
punto de vista?
5. El truco del semáforo (de Elsa Punset). Imagina verde = Sí; y rojo = No. ¿Me
llamo Jorge? Sí, me imagino el color verde. ¿Soy Puertorriqueño? No, color
rojo. Hazte preguntas cada vez más complejas para visualizar automáticamente la
intuición (verás rojo o verde sin apenas pensar).
Con esto podrás volverte experto en intuición y, por lo tanto, mejorarás
en tu profesión y para tomar muchas decisiones con conocimiento de causa.
Intuir es escucharse y escucharse es sentirse vivo, realizado. No hay nada más
triste como ver personas con vidas aparentemente perfectas (buena posición
social, parejas, poder, etc.) y que no sean felices porque siempre han hecho lo
que la sociedad y las opiniones de su entorno dicen que es correcto.
Así que, eleva tu inteligencia a tener consciencia de lo inconsciente.
Observa la realidad, hazte preguntas, practica, aprende… no dejes que te
cuenten cómo son las cosas; decide, no con superchería, sino con intuición.
(Este post se basa en mi discurso de Toastmasters [Comunicador
Competente n.º 3] que di hace poco).
Referencias bibliográficas
Hogarth, R. M. (2002). Educar la intuición: el desarrollo del sexto sentido. Trad. al
español, Roc Filella. Barcelona: Paidós.
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