En este post (inspirado el artículo de Fernández
Berrocal y Almaraz, 1995) voy a transmitir un mensaje positivo y a la vez
realista acerca de educar a personas para que estas sean más inteligentes,
profundas, críticas e imaginativas.
¿Quién no ha soñado con ser más inteligente, tener
mayor lucidez y capacidad crítica? Quizá para muchos tener mayor inteligencia esté
detrás del deseo de ser más ricos, más jóvenes o más exitosos, pero sin duda a
más de uno le gusta esta idea.
En un mundo donde se nos vende de todo están la gran
cantidad de programas tipo Brain Training,
cursos para mejorar la memoria de trabajo, etc., es difícil no dejarse llevar
por esas promesas fundamentadas en el marketing.
En estos primeros, aunque la mejoría no sea palpable, considero que son un
mejor entretenimiento que la televisión; en los segundos, como el Jungle Memory, han demostrado ser útiles
y han mejorado la calidad de vida a bastante gente, ya que estas personas
pueden estudiar mejor, tomar decisiones manejando información compleja, etc.
A pesar de ello, estos productos despiertan
escepticismo en mí.
¿Es posible enseñar habilidades generales? Se trata
de una polémica bastante antigua (de principios del siglo xx). Se solía decir que a los sujetos
les costaba mucho extrapolar sus estrategias de un ámbito a otro, que solo era
posible esperar generalización en el aprendizaje cuando las tareas son
parecidas. Actualmente el debate continúa, pero se sabe que una mejoría de
estas habilidades no se genera espontáneamente a lo largo del desarrollo sin
ningún tipo de intervención educativa.
Los programas de enseñar a pesar intensivos y
separados del currículum formativo se basan en aprendizajes como estrategias,
heurísticos (atajos cognitivos), dicho de manera coloquial, trucos casi mágicos
que supuestamente nos pueden ayudar a mejorar la inteligencia.
Aunque los resultados no son tan espectaculares como
nos prometen esos vendedores de humo, existen técnicas contrastadas que sí ayudan a pensar mejor; aquí te muestro algunas:
1) Relacionadas con los errores
provocados por el ambiente de la tarea a realizar:
-Seleccionar, simplificar y exponer lo más
claramente posible la información más relevante de un problema.
-Procurar que la información que presentemos no esté
codificada, lingüística o lógicamente, de forma negativa.
-No utilizar material abstracto, sino basado en
ejemplos prácticos.
2) Relacionadas con las estrategias
de los alumnos:
-Usar el lenguaje con propiedad.
-Cultivar la habilidad de ver las cosas desde el
punto de vista de los demás.
-No sacar conclusiones de forma precipitada.
-No aceptar los tópicos y generalizaciones.
-Ser precavido con aquellas conclusiones a las que
se ha llegado con relativa facilidad, en especial cuando son de nuestro agrado.
-Estar predispuestos a reconsiderar nuestras
antiguas concepciones.
-Acostumbrarse a buscar argumentos y ejemplos en
contra de nuestras creencias.
-Aprender a utilizar herramientas que faciliten y
simplifiquen el razonamiento (diagramas, esquemas, notaciones simbólicas,
etc.).
La clave de aprender a pensar es que los estudiantes
aprendan a usar no solo un conocimiento declarativo (que explica de manera
clara) y teórico, sino también procedimental (relativo a las cosas que hacemos
de forma inconsciente) y práctico.
Por lo tanto aprender a pensar no se puede reducir a
estrategias específicas, supone también una opción y unos principios éticos y
morales sobre qué enseñar a pensar y hacia qué tipo de pensamiento. Según C.
Wright Mills, existen tres tipos de pensadores:
1) Los vulgares. Se dejan influir por eslóganes y
frases hechas.
2) Los sofisticados. Desarrollan mucho sus
habilidades cognitivas, son creativos e inteligentes, pero nunca critican su
punto de vista.
3) Los críticos. Intentan adoptar y empatizar con el
punto de vista del contrincante para encontrar la lógica y coherencia de sus
argumentos.
Es importante cultivar el tercer tipo de
pensamiento. Como dice Fernando Savater, razonamos entre personas y para hacerlo bien debemos comprender a los demás
si queremos mejorar como pensadores. Es más fácil dañar nuestra inteligencia
que mejorarla, por lo tanto no escatimemos en esfuerzos.
Referencias bibliográficas:
Fernández Berrocal, Pablo y Julián Almaraz
(1995). Educar para pensar. En Mario Carretero, Julián Almaraz y Pablo
Fernández Berrocal (eds.). Razonamiento y
comprensión. Madrid: Trotta: 237-245.
(Imagen).
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