martes, 9 de diciembre de 2014

Cómo aprender a pensar en 7 días

En este post (inspirado el artículo de Fernández Berrocal y Almaraz, 1995) voy a transmitir un mensaje positivo y a la vez realista acerca de educar a personas para que estas sean más inteligentes, profundas, críticas e imaginativas.

¿Quién no ha soñado con ser más inteligente, tener mayor lucidez y capacidad crítica? Quizá para muchos tener mayor inteligencia esté detrás del deseo de ser más ricos, más jóvenes o más exitosos, pero sin duda a más de uno le gusta esta idea. 



En un mundo donde se nos vende de todo están la gran cantidad de programas tipo Brain Training, cursos para mejorar la memoria de trabajo, etc., es difícil no dejarse llevar por esas promesas fundamentadas en el marketing. En estos primeros, aunque la mejoría no sea palpable, considero que son un mejor entretenimiento que la televisión; en los segundos, como el Jungle Memory, han demostrado ser útiles y han mejorado la calidad de vida a bastante gente, ya que estas personas pueden estudiar mejor, tomar decisiones manejando información compleja, etc.

A pesar de ello, estos productos despiertan escepticismo en mí.

¿Es posible enseñar habilidades generales? Se trata de una polémica bastante antigua (de principios del siglo xx). Se solía decir que a los sujetos les costaba mucho extrapolar sus estrategias de un ámbito a otro, que solo era posible esperar generalización en el aprendizaje cuando las tareas son parecidas. Actualmente el debate continúa, pero se sabe que una mejoría de estas habilidades no se genera espontáneamente a lo largo del desarrollo sin ningún tipo de intervención educativa.

Los programas de enseñar a pesar intensivos y separados del currículum formativo se basan en aprendizajes como estrategias, heurísticos (atajos cognitivos), dicho de manera coloquial, trucos casi mágicos que supuestamente nos pueden ayudar a mejorar la inteligencia.

Aunque los resultados no son tan espectaculares como nos prometen esos vendedores de humo, existen técnicas contrastadas que sí ayudan a pensar mejor; aquí te muestro algunas:


1) Relacionadas con los errores provocados por el ambiente de la tarea a realizar:

-Seleccionar, simplificar y exponer lo más claramente posible la información más relevante de un problema.

-Procurar que la información que presentemos no esté codificada, lingüística o lógicamente, de forma negativa.

-No utilizar material abstracto, sino basado en ejemplos prácticos.


2) Relacionadas con las estrategias de los alumnos:

-Usar el lenguaje con propiedad.

-Cultivar la habilidad de ver las cosas desde el punto de vista de los demás.

-No sacar conclusiones de forma precipitada.

-No aceptar los tópicos y generalizaciones.

-Ser precavido con aquellas conclusiones a las que se ha llegado con relativa facilidad, en especial cuando son de nuestro agrado.

-Estar predispuestos a reconsiderar nuestras antiguas concepciones.

-Acostumbrarse a buscar argumentos y ejemplos en contra de nuestras creencias.

-Aprender a utilizar herramientas que faciliten y simplifiquen el razonamiento (diagramas, esquemas, notaciones simbólicas, etc.).

La clave de aprender a pensar es que los estudiantes aprendan a usar no solo un conocimiento declarativo (que explica de manera clara) y teórico, sino también procedimental (relativo a las cosas que hacemos de forma inconsciente) y práctico.

Por lo tanto aprender a pensar no se puede reducir a estrategias específicas, supone también una opción y unos principios éticos y morales sobre qué enseñar a pensar y hacia qué tipo de pensamiento. Según C. Wright Mills, existen tres tipos de pensadores:

1) Los vulgares. Se dejan influir por eslóganes y frases hechas.

2) Los sofisticados. Desarrollan mucho sus habilidades cognitivas, son creativos e inteligentes, pero nunca critican su punto de vista.

3) Los críticos. Intentan adoptar y empatizar con el punto de vista del contrincante para encontrar la lógica y coherencia de sus argumentos.

Es importante cultivar el tercer tipo de pensamiento. Como dice Fernando Savater, razonamos entre personas y para hacerlo bien debemos comprender a los demás si queremos mejorar como pensadores. Es más fácil dañar nuestra inteligencia que mejorarla, por lo tanto no escatimemos en esfuerzos.

Referencias bibliográficas:

Fernández Berrocal, Pablo y Julián Almaraz (1995). Educar para pensar. En Mario Carretero, Julián Almaraz y Pablo Fernández Berrocal (eds.). Razonamiento y comprensión. Madrid: Trotta: 237-245.



(Imagen).



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