Además de neurólogo, profesor y psicoanalista,
Sigmund Freud fue también el traductor de algunas obras de John Stuart Mill y de
artículos científicos del neurólogo Charcot. La técnica de Freud, según su
biógrafo Ernest Jones, era atípica en aquel entonces: la traducción por sentido.
A primera vista resulta difícil de creer que casi a
principios del siglo xx, un hombre
de ciencias, médico de formación, como era Sigmund Freud, y dada la presencia
de la técnica —que requiere cada vez más profesionales especializados— pueda
darse casos de «hombres renacentistas» que dominen tanto las ciencias como las
letras.
Freud poseía un acerbo literario que iba mucho más
allá de su formación (de niño tuvieron que retirar un piano de su casa porque
le impedía concentrarse cuando leía), hablaba seis idiomas y tenía una prosa
fluida (más intuitiva que analítica). Esas circunstancias hicieron que se
aventurase a sus 24 años en el servicio militar a emprender sus primeras
traducciones literarias.
Sobre su manera de traducir oficialmente se ha dicho
que traducía de la siguiente manera:
1) Leía un pasaje,
2) cerraba el libro; y
3) pensaba de qué manera habría enunciado los mismos
pensamientos un autor alemán. (Jones, 1984: 68).
Dicho de otra forma, según su biógrafo, Freud
traducía el sentido de las palabras, técnica que recomendaba el patrón de los
traductores, San Jerónimo, y que posteriormente se perfeccionó en la década de
los setenta por la Escuela de París (Teoría del sentido).
Esta técnica se ve mucho en el mundo de la
interpretación, donde procedían Seleskovitch y Lederer (Escuela de París); ya
que para la memoria de trabajo de un intérprete, es todo un desafío retener la
información a traducir, traducirla con las palabras más precisas y luego
expresarlo con una sintaxis correcta.
Resulta más cómodo por eso traducir
bloques de significados con las palabras del intérprete; sonando más natural,
como el habla de un nativo. Esta manera de traducir es más infrecuente en la traducción
literaria y sobre todo en la traducción técnica, como pueden ser la de manuales
o folletos de instrucciones.
Pero analizando precisamente un párrafo traducido
por Freud del inglés al alemán, la cosa no parece tan evidente, como bien señalan
Geerardyn y van de Vijver (2002):
We lose, of course, Plato’s dramatic power, his refined
comedy, and the magic of his style, the reproduction (could any one hope to
succeed in it) would be the work, not of an expositor, but of a translator. But
the thoughts are there, exactly as they are and exactly where they are, in the
Platonic writings. (Texto original de Mill: Disertaciones y discusiones,
volumen 3).
Zwar geht
uns Plato’s dramatische Gewalt, seine feine Ironie und der Zauber seines Styls
verloren, dessen Wiedergrabe—wenn man überhaupt hoffen könnte, dieß zu
erreichen—die Aufgabe eines Übersetzers, nicht eines Erklärers wäre; aber alle
Gedanken Plato’s finden wir wieder genau wie und genau wo sie in den
platonischen Schriften erscheinen. (Traducción de Freud).
[Perdemos,
por supuesto, la fuerza dramática de Platón, su comedia refinada y la magia de
su estilo. La reproducción (¿podría alguien esperar conseguirlo?) no sería obra
de un comentador, sino la de un traductor. Aunque las ideas están allí,
exactamente donde están, en los escritos platónicos. (Traducción mía)].
Los cambios observados son muy sutiles, destacando
que Freud hace de una frase dos («but the thoughts are there») separadas por punto
y coma en alemán. Lo que indica que Freud traducía de forma bastante literal.
Entonces, Jones, que era un amigo muy cercano de
Freud, ¿se equivocaba? Ante esto caben tres hipótesis:
1) Que Freud tenía una memoria casi fotográfica que
le permitía retener grandes párrafos y traducirlos de forma muy precisa (cosa
poco probable);
2) Que memorizaba fragmentos cortos y los traducía
sin desviarse nada de las palabras del texto origen.
3) Que traducía con el texto delante y de forma muy
fiel al original (tesis que sostienen Geerardyn y van de Vijver, 2002; y que
contradicen las afirmaciones de Jones, 1984)
Juzga tú, lector, y saca tus conclusiones. Lo que he querido señalar en este post, más que
la técnica que empleaba el psicoanalista austriaco, era el hecho de que un
hombre de ciencias pueda decantarse por hacer traducciones.
Esto sería un poco
el trabajo inverso que realizan los traductores que quieren traducir textos
científicos: es necesaria una previa labor de documentación. En el caso del
científico, conocedor de la terminología de su ámbito, este debe tener una
formación mínima como traductor para conocer las herramientas y las técnicas
más apropiadas. De esta forma la comunicación entre idiomas se enriquecerá
tanto en calidad como en cantidad.
Referencias bibliográficas:
Geerardyn, Filip y Gertrudis van de Vijver (2002). The Pre-psychoanalytic Writings of Sigmund Freud.
Londres: Karnac Books.
Jones, Ernest. (1984). Freud (1). Barcelona: Salvat.
(Imagen).
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