A la edad de ocho
años, en 1988 en Suiza, estaba yo jugando con unos amigos en la azotea de un
garaje. Miraba a través de unos prismáticos por el reverso y retrocedí un paso,
dos pasos y al tercero... caída libre de unos cinco metros de espaldas o la altura de un primer piso. Fueron
apenas dos segundos, aunque para mí se me hizo mucho tiempo: me imaginaba en
esos instantes a todos los niños del mundo cayéndose desde alguna altura. El capó del coche de abajo quedó destrozado y
yo... ileso. La vida me había dado una oportunidad.
Sé que no soy el
único en sobrevivirme, en luchar por mis metas, seguir mi sueño en definitiva.
Me llamo Jorge. De padres españoles, nací en Suiza, un país que muchos
definen como acabado, totalmente pulido... perfecto. El país de las montañas,
la precisión relojera, los bancos y sus secretos y, cómo no, del chocolate. Sería
un tópico decir que los suizos no tienen emociones, pero cierto es que no la
comunican como los latinos.
En ese ambiente
frío y racional me crié, aprendí y configuré la parte más formal y educada de
mí, tan útil para la diplomacia y el mundo profesional. Doce años después me
mudé definitivamente para cálida y sensual España en la que vivo desde 1993; aquí aprendí a ser más cercano y a vivir mi presente. Por ello me considero un
disfrutón (o gozón, como se dice en Cuba y Venezuela) perfeccionista
(meticuloso a la vez que ambicioso). Pasé de ser un chaval muy tímido a ser
el hombre centrovertido ‒entre la timidez y la extroversión‒ que soy ahora.
Recuerdo que, en
Suiza, no me atreví a participar en un programa de radio cuando preguntaron
cuantos tipos de camaleones existían. Sabía la respuesta porque hice un trabajo
sobre el tema para la escuela, pero no fui capaz de llamar. Hay más de 160 especies
de camaleones y a veces pienso que aquel niño era una más. Hoy, en cambio,
mantengo amistad con profesores de universidad o soy capaz de tomar decisiones y
emprender mis propios proyectos y aficiones, tanto a nivel personal como
profesional.
¿Qué ha pasado
entre medias? Que he crecido y madurado mi carácter. Y sobre todo he confiado
en mí, aunque no siempre lo he sabido expresar. Siempre he tenido una voluntad
fuerte y un sentido de la justicia propio, los que los psicólogos denominan locus de control interno, o los filósofos voluntad de poder. Mi madre siempre me recuerda que cuando iba a la
guardería española de Lausana, en una ocasión las monjas me obligaron a hacer
un dibujo con punzones, lo hice y... ris,
ras, lo rompí en mil añicos. De nuevo me castigaron.
Más adelante me negué
a hacer mi primera comunión: ni los muñecos Bandai,
ni los balones Adidas Tango, ni
ninguna BMX pudieron con mi
conciencia.
No obstante, siempre
he sido muy tranquilo y hoy por hoy todavía me dicen que transmito paz y
serenidad. También he aprendido que, aunque no lo queramos, persuadimos constantemente
y somos persuadidos, como bien apunta Fernando Savater.
Nunca fui un líder
natural: muy mayor llegué a la conclusión que he perdido muchas oportunidades
de hacer lo que me agradaba simplemente por no tomar la iniciativa, nadie la
iba a tomar por mí, y si alguien la tomase, las cosas no sucederían como yo lo
deseaba.
Otros de mis amores
son el arte y la cultura. Me gusta dibujar y leer desde niño. Mi primer dibujo de calidad fue un tigre (realizado con seis años),
animal fascinante, imponente y misterioso como bien lo expresa el poema de
William Blake «The Tyger». Con mis pinturas y dibujos expreso mi subjetividad,
mi lado más salvaje y gracias a los libros me interesé en desentrañar los
secretos de las letras y ahora facilito la comunicación entre idiomas y
empatizo con otras maneras de pensar. Es decir, soy un filólogo y traductor
amante de la mente y del conocimiento.
Por ahora sigo
siendo un proyecto inacabado, siempre estoy en constante evolución. Pienso que
cada día es único y nos brinda nuevas experiencias y aprendizajes. La decisión
de unirme a Toastmasters International es para mí un reto para seguir ampliando
mi abanico de posibilidades en el que dando lo mejor de mí como líder y comunicador; recibiré mucho más para mejorar como profesional y como persona.
Si alguna lección se puede sacar de aquella oportunidad es que siempre hay que avanzar en la vida disfrutando del camino.
Ahora sé que no soy el único con estas inquietudes, me imagino a mucha gente,
que al igual que yo, evoluciona y tiene voluntad de alcanzar sus sueños. Nunca
retrocedas ni distorsiones tu visión ‒como sucede con la melancolía‒, porque al
final acabas cayendo y no siempre tendrás la suerte de poder levantarte. Gracias.
¡Bravo, Jorge! Doble trabajo has hecho, compañero: discurso en vivo y en directo y luego escrito y detallado por aquí. ¡Enhorabuena y a seguir creciendo!
ResponderEliminarMuchas gracias Gloria. Con vuestro feedback constructivo es siempre un placer evolucionar.
EliminarUn abrazo,
Jorge