La historia de la lectura se remonta desde la invención de la escritura en el cuarto milenio
antes de Cristo. Desde la piedra al papel y desde el papel al PC, tablets y pantallas de E-books, esta herramienta de
comunicación, sustento de los historiadores, fue privilegio de pocos durante la
Revolución Industrial. Presente durante toda la historia de la enseñanza de los
idiomas, se trata del canal principal para el input de L2.
Hasta los
ochenta y noventa, se consideraba la habilidad de reading, junto con el listening,
una destreza pasiva en el aprendizaje de idiomas. Entonces pasó a volverse
activa. A día de hoy, este ámbito ha evolucionado de nuevo hacia lo interactivo más que activo porque la
interpretación del lector juega un papel importante tanto como la intención del
escritor; se negocia el significado entre el texto y los lectores.
Grosso modo se puede hablar de las 3 P del reading:
1) Como una práctica en la que la alfabetización
puede reconocerse según dos tendencias: la instructiva (leer y escribir como
parte del comportamiento lingüístico) y la ideológica (factores históricos y
marco cultural).
2) Como un producto, es decir, centrado en el
texto (relación entre forma y significado, rasgos específicos del texto).
3) Como un proceso donde el lector es considerado
como punto de partida (deductivo, conocimientos previos, valores del lector).
En cuanto al
contexto académico, el papel del profesor es el de hacer, por supuesto, más
fácil y posible las tareas de lectura a los estudiantes; por ejemplo,
haciéndoles reconocer elementos
léxicos y estructurales, y haciéndoles comprender
dichos elementos, o reforzando estas
palabras y estructuras al practicarlas oralmente.
Pienso que
un profesor, maestro o instructor de idiomas debe lograr que sus alumnos, sin
saltarse las etapas de aprendizaje pasivo iniciales, se conviertan en lectores
activos al proporcionarles las estrategias adecuadas que les permitan
enfrentarse a textos difíciles (dirigidos a hablantes nativos).
Un lector
activo es alguien que lee con el propósito en mente, que establece sus
objetivos dado que cada texto tiene un valor diferente; este lector también
construye una comprensión del texto al encontrar información relacionada con
sus metas de aprendizaje. Este tipo de lector es además capaz de
analizar (mediante preguntas) y de sintetizar (resumiendo), por no olvidar de
las habilidades de ser flexibles y selectivos.
Aunque antes
de alcanzar esta meta ideal, los estudiantes deben acumular experiencias y los
maestros deben ser conscientes, al igual que con el listening, de las técnicas de prelectura, lectura y poslectura,
asegurándose al final que el idioma se interiorice (p. ej.: mediante tareas creativas).
Otro aspecto
a tener en cuenta es la circunstancia en la que a veces los enseñantes eligen
textos poco interesantes para sus pupilos. Considero que es necesario para un
estudiante que este sea suficientemente abierto y maduro para aceptar, en la medida
de lo razonable, estos textos como modelos desafiantes y útiles para abordar,
por ejemplo, las cartas comerciales tan necesarias en la vida real, o las
citaciones del juzgado (pero no tanto el Paraíso
Perdido de Milton).
¿El futuro
del reading? Nadie lo vislumbra con
certeza. Hay autores como Umberto Eco que aseguran que el libro en papel nunca
desaparecerá al ser una tecnología eterna (como el cuchillo o la bicicleta), y
otros que afirman, como demuestran cada vez más las estadísticas, que dentro de
dos generaciones ya nadie se acordará del libro tradicional. Los profesores
juegan un papel crucial en la enseñanza de la lectura y la selección de textos
(tanto en papel como en formato digital) porque para convertirse en un lector
independiente es necesario dedicarle mucho tiempo y esfuerzo, pero se trata de
una de las mejores inversiones que uno puede hacer. Se aprende a leer leyendo.
(Imagen).
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